sábado, 17 de marzo de 2012

(Larga, caótica y prescindible reflexión sobre) La invención de Hugo: Scorsese se hizo Spielberg


Martin Scorsese ama el cine, como todo buen cineasta. Quizá os parezca raro, pero estoy convencido de que muchos directores actuales, esos que vienen del mundo del videoclip y la publicidad, no son precisamente unos cinéfilos empedernidos que vean todos los días filmes exóticos o clásicos. 
No es el caso de este italoamericano capaz de hablar durante horas de cualquier película y que dedica gran parte de su tiempo y dinero, a través de la Film foundation, a la restauración y conservación del patrimonio fílmico que corre el riesgo de perderse. Sus propios filmes se convierten en una instrumento para referenciarlo y reivindicarlo, ya sea  a través de diversas de constantes homenajes velados o de cartas de amor tan directas como es La invención de Hugo, una maravilla visual para goce de los ciñefagos como nosotros.




La década de los 70 es quizá una de las más interesantes e importantes de la historia de Hollywood. Estaban en pleno apogeo la filosofía del cine de autor, con directores que tenían pleno control sobre sus proyectos por encima de los todopoderosos productores y con las apuestas más arriesgadas que jamás se habían visto; pero a la vez se estaba sembrando la semilla que derivó en un patrón que desde entonces guía a los estudios: películas con grandes presupuestos y temáticas de género (blockbusters) que trataban de arrasar en taquilla mezclando estrenos masivos y unos potentes métodos de mercadotecnia. 

Scorsese  se movía en el grupo de los independientes pero nunca quiso ser un realizador para minorías. De hecho, creía que cuanto mejor y más original fuera la película, más gente querría verla y sufría mucho cuando luego no era así. ¿No os ocurriría a vosotros después de hacer Toro salvaje que todo el mundo prefiriera Rocky? En el otro bando se encontraban principalmente George Lucas y Steven Spielberg, con los que siempre ha mantenido una sorprendente buena relación. De hecho, las carreras de Spielberg y Scorsese, tan distantes en los 70 y 80,  han ido convergiendo en algunos puntos en los últimos años. ¿No es acaso El aviador una película que bien pudo realizar Spielberg? ¿No tiene Munich mucho del sentimiento de culpa que baña las colaboraciones de Scorsese con Paul Schrader? 

El caso paradigmático tuvo lugar a principios de los 90 cuando ambos andaban con la preproducción de La lista de Schindler y de El cabo del miedo. Steven se veía incapaz de dirigir una historia tan dura y llamó a su amigo Martin para intercambiar proyectos, como así ocurrió durante unos meses, aunque luego todo volvió a su sitio.  

  

Con La invención de Hugo, Scorsese ha realizado su película spielbergiana definitiva: historia emotiva, grandes efectos especiales, un niño como protagonista y ausencia de violencia. Después de unos años triunfales, donde tanto Infiltrados como Shutter island habían logrado recaudar mucho dinero y reconocimiento, Paramount le confió el presupuesto más elevado de toda su vida: 150 millones de euros. Desgraciadamente, la película no ha conseguido ni de lejos la taquilla que necesitaba para recuperar semejante inversión y es el mayor fracaso (económico que no crítico) de toda su vida. Quizá Scorsese haya pagada la novatada, a estas alturas de su vida, y esto le cueste que nunca le dejen repetir en este formato, ya se sabe que en Hollywood sólo importa el resultado económico de lo último que has hecho. Ojalá no sea así.

By David Ramírez

2 comentarios:

  1. Curioso, no conocía lo del intercambio de directores entre El cabo del miedo y La lista de Schindler. ¿Qué hubiese surgido de un híbrido de las dos películas? Matarte.

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  2. Dato curioso el aportado ya que no sabia lo de ese intercambio de films.
    En relacion con La invencion de Hugo visualmente muy buena y la historia también.Me gusto esa mezcla de dos maneras de hacer cine con su posterior explicacion del propio creador(Vendedor de juguetes) y la relación con el automata y el niño.

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